Los trastornos alimentarios (o trastornos de la conducta alimentaria) tanto en niños como en jóvenes suelen darse con cierta asiduidad. Algunos estudios indican que su índice de morbilidad alcanza un 5% de mujeres y un 1% de hombres padecen un trastorno alimentario, como la anorexia o bulimia nerviosa. Además, cabría señalar que España es el cuarto país de la Unión Europea con mayor número de niños con problemas de sobrepeso, presentando un cuadro de obesidad en un 16,1% entre menores de 6 a 12 años de edad. La mayoría de estos trastornos empiezan en la adolescencia, mientras que el 70% comienza entre los 11-20 años y el 10% en niños menores de los 10 años de edad.
Es fundamental que educadores, padres y médicos lleven un control exhaustivo de la alimentación del niño, cuando este presenta algún indicio de no estar comiendo correctamente. Una alimentación inadecuada puede originar problemas médicos graves y difíciles de tratar, como así también problemas psicológicos: ansiedad infantil, depresión, autoestima y bajo rendimiento académico.
Los trastornos alimentarios pueden presentar algunos de los síntomas que se mencionan a continuación:
- Estar por debajo del peso, perder peso o no ganarlo normalmente.
- Pensar que se está gordo o demasiado delgado, es decir, tener una imagen distorsionada de su cuerpo.
- Ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos.
- Episodios de ingesta excesiva de comida.
- Realizar dietas constantemente.
- Inducción al vómito, toma de laxantes, diuréticos, etc
- Realizar ayunos con asiduidad o ejercitar de manera compulsiva.
Los niños que presentan síntomas más sutiles pueden ser más difíciles de diagnosticar. Pueden perder el cabello de manera gradual, fluctuar de peso sin razón aparente o resfriarse con mayor frecuencia. También puede observarse el aumento de las glándulas salivares, tomar medicaciones para bajar de peso, hacer ejercicio de forma compulsiva, desarrollar rituales en torno a la comida, negarse a comer cierto tipo de alimentos, saltarse comidas, comportamientos evitativos, cambios de humor, no querer comer cerca de otras personas, la caída de dientes y llevar prendas holgadas para esconder la pérdida de peso. Además de tener en cuenta que los adolescentes con anorexia tienen por lo general una personalidad perfeccionista.
El programa norteamericano de evaluación de trastornos alimentarios (National Eating Disorders Screening Program) sugiere realizar las siguientes preguntas:
¿Te sientes culpable después de comer?
¿Tienes mucho miedo a engordar?
¿Crees que la comida controla tu vida?
¿Aunque estés lleno/a sientes que no eres capaz de parar de ingerir alimentos?
¿Vomitas o sientes el impulso de hacerlo después de las comidas?
Ejercicio físico: ¿Cuánto?, ¿con qué frecuencia?, ¿nivel de intensidad? ¿cuál es tu nivel de estrés si pierdes una sesión?
¿Cuánto crees que deberías pesar?
Las respuestas de sus hijos a estas preguntas podrían ayudar a descubrir si tienen alguno de los síntomas clásicos de anorexia o bulimia. También podría preguntar si alguno de los amigos de sus hijos tiene un trastorno alimentario. No ignore los signos de alerta, tenga presente que el 10% de los niños con este trastorno empiezan antes de los 10 años.